Desde que comenzó la penetración del Covid, se minimizaron las consecuencias de transmisión veloz.
Aún la población no comprende el alcance de esta pandemia. Es un hecho inédito en la historia cercana, se trata de un virus nuevo y desconocido. Mueren más de 400 personas por día en el país; si los sistemas de salud no colapsan del todo es porque se van desocupando camas de terapia cada vez que alguien muere.
El mundo está azorado, va y vuelve con medidas restrictivas. Las economías se han derrumbado.
Hubo un momento de inflexión donde algunos pensaron que el mundo iba a mejorar y todos seríamos más buenos, incluso tomando conciencia del daño irreparable a la naturaleza, uno de los orígenes sin duda de la proliferación de nuevos virus y enfermedades.
Duró poco la ilusión.
No se puede vivir en una normalidad que no existe.
El derecho al trabajo con un cumplimiento riguroso de normas de cuidado y protocolos es indispensable, advirtiendo que la distancia social y el uso del barbijo son imprescindibles para detener los contagios.
Lo que extraña es cierto comportamiento social que pareciera renegar, negar o no respetar no solo a los demás, sean o no de la familia, sino sobre todo a aquellos que ponen el cuerpo para curar, atender, auxiliar, incluso juntar la basura.
Como si hubiera un relajamiento de las normas de convivencia social, y el pueblo, los pueblos que se caracterizaban por una vida armoniosa y solidaria, ahora dejaran salir lo peor de la conducta humana: desprecio, indiferencia, descuido, clandestinidad, burlas, picardías peligrosas, actitudes que ponen en riesgo no solo la salud, sino el derecho al buen trato, al cuidado propio y de los otros.
La influencia negativa de ciertos medios de comunicación de consumo masivo, tienen de rehenes a gran parte de la población, incentivando sentimientos negativos, confusos, donde mezclan la política para crear un estado de caos donde ganan siempre los poderes económicos y la especulación en detrimento de la gente que trabaja y necesita trabajar para comer. Y necesita conservar su salud. Porque quiere vivir.
¿Tan difícil es tener ideas propias, pensar por sí mismo, poner por delante una conciencia humana, cristiana, fraternal, donde sea posible la convivencia y el respeto? ¿Dónde sea más importante agradecer y acompañar que quejarse, criticar, despreciar?
Prof. María Rosa Montes.