Recientemente se difundió una publicación sobre “Zoe”, la primera profesora creada con Inteligencia Artificial (IA) en Latinoamérica. La misma hace hincapié no en el conocimiento, sino en la formación de buenas personas.
Dicha noticia me retrotrajo a obras como Ética a Nicómanode Aristóteles, publicada en el 349 a.C., como así también, más próxima en el tiempo, Ética para Amador de Fernando Savater (1991), ambas dedicadas a la educación de sus respectivos hijos.
En el período transcurrido entre los citados anteriormente, infinidad de pensadores trabajaron el tema, reflexionando sobre la libertad, la responsabilidad, el placer, la felicidad, el dolor, la amistad, etc., configurando una excelente guía, hoy en plena vigencia, para lograr una vida buena.
Personalmente, estoy abierta a las innovaciones y no rechazo lo que no conozco. Quisiera creer que, como toda novedad, será positiva y de ayuda para el docente.
Solo el tiempo podrá evaluar cuáles son los resultados… pero, como profesora en Ciencias de la Educación, me resulta difícil aceptar algunos cambios, pues creo que el buen contacto entre docente y alumno es irremplazable.
Formar personas requiere de una sólida preparación académica, sensibilidad y empatía por el ser en crecimiento.
Toda persona que aspira a ser tal sabe que su vida es un permanente conflicto entre vicios y virtudes.
Así es que todos conocemos entre los primeros, porque están difundidos en la humanidad y por lo graves que son, a la soberbia, la lujuria, la avaricia, la gula, la ira, la envidia y la pereza.
Pero, también como contrapartida, la vida nos ofrece, a modo de puntos cardinales, la práctica de virtudes tales como la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza. (Detenerse en cada uno de estos términos, dada su importancia, llevaría un artículo aparte).
Estimado lector, como usted observará, en este tiempo tan vertiginoso y controvertido, una tarea nada simple se le presenta a un docente que necesitará de la presencia de padres que compartan este ideario, como así también de la comunidad educativa que acompañe el proceso. Y, en este contexto, el rol del Estado será fundamental.
Se trata de elegir entre “ser persona” o quedarse en la simple categoría de “individuo”. No es un camino fácil, pero tampoco imposible.
Por eso, el objetivo de este artículo es reconocer la labor docente, fortalecerla, brindarle confianza para que se constituya en un faro que ilumine a las personas en la búsqueda de su bienestar.
El mes de septiembre es caro para la educación por las figuras relacionadas con ella; por eso, no debemos olvidar que la mejor inversión que un país puede hacer es en capital humano, pues redunda en múltiples beneficios. Apostar a la educación es el desafío en el que estamos todos comprometidos.
Prof. Olga Beatriz Barra